Capítulo 2
Al final la idea del autobús ha quedado
descartada. Los guardias de seguridad le han sugerido que tome el tren de Renfe
cercanías para llegar hasta Atocha lo antes posible. Según ellos no tardará más
de 15 minutos.
Eso debería ser un consuelo, pero la realidad
es otra. Coger el tren en hora punta es lo peor que puedes hacer, y más si vas
con una pesada maleta.
El vagón en el que va Eider está abarrotado
de niños que acaban de salir de la escuela y el carácter juguetón e hiperactivo
de estos resulta tan tierno como frustrante. Ni si quiera ha encontrado sitio
para sentarse.
Resignada, se va a una esquina vacía en la
que tiene suficiente espacio cómo para dejar su maleta y al menos sentarse
sobre ella.
Inclina la cabeza pesadamente dando un largo
suspiro y fija su mirada en el techo pensativa.
En serio, ¿en qué momento se le ocurrió una
idea así?
•••
Hace unos
meses, en una cafetería de Bilbao…
—Que te vas a…¡¿dónde?!
Eider pide a su amiga que baje la voz, la
chica ha gritado tan alto que casi toda la cafetería se les ha quedado mirando
por un segundo.
—Yo no me lo creo, seguro que estás de coña—el
chico que las acompaña también está algo sorprendido.
Iratxe y Sergio son sus
amigos desde hace años, siempre han estado en el mismo grupo y es a las
primeras personas que les ha contado su decisión.
—No, Sergio, hablo en serio. Quiero cambiar de
aires—la
muchacha desvía la cara hacia el otro lado debido a las asesinas miradas de sus
amigos—.Ya
siento que no pinto nada aquí, quiero hacer algo con mi vida.
La pareja se mira
mutuamente analizando esas palabras. Desde que salen juntos parece que están
sincronizados, pues han llegado a la misma conclusión.
—Es por Odei, ¿verdad? Todavía
no has superado vuestra ruptura y quieres desquitarte con esa absurda idea
tuya.
Iratxe lo dice de tal
forma que no parece una pregunta, sino una afirmación.
—¡Y
dale con Odei!,¡que no es por eso!
Si me puso los cuernos con otra allá él, es
un imbécil.
La verdad es que no quiere
reconocerlo, pero es cierto que su ex es uno de los motivos principales por los
quiere alejarse de todo. Tres años de relación no se olvidan fácilmente y todo
le recuerda demasiado a él.
Nunca había desconfiado de
su novio, no obstante, solo bastó una semana de viaje de estudios para que
regresara y la dejara alegando que se había liado con otra. Supuestamente se
sentía tan culpable que no podía seguir con ella porque se sentía mala persona.
¿Tal vez eso que le dijo
fue una excusa para alejarse definitivamente por que se había cansado de la
relación? Ni lo sabe ni quiere saberlo. Lo mejor es no pensar. De todos modos
ese no es el único motivo que la impulsa a marcharse, hay algo más.
—Chicos, no lo entendéis…Todos tenéis metas.
Iratxe, llevas casi dos años trabajando de peluquera y ahora que el trabajo de
Sergio en la estación es estable vais a independizaros. Iskander va a irse a
vivir a Barcelona para realizar su máster, Vanesa estará de prácticas y desde
que Josu tiene novia no hay quién le vea el pelo, ¡joder! —Eider
se retira un mechón de su cabello nerviosa repasando los planes de cada uno de
sus amigos—Ahora es verano y como son vacaciones estamos
todos juntos, lo sé. ¿Pero qué pasará cuando llegue septiembre?, ¿qué voy a
hacer durante el resto del año yo sola?
Aunque les pese, todos
saben que las palabras de la chica son ciertas. Ahora que cada uno tiene metas
distintas tienen que seguir también caminos algo diferentes. Entre el trabajo o
los estudios será difícil verse durante el resto del año.
Por su parte, Eider ya ha
acabado los estudios. No ha ido a la universidad como Iskander, Sergio o
Vanesa, pero ha realizado un módulo superior en diseño gráfico y producción
editorial. El título es algo menos que una carrera, pero al menos tienes más
facilidades a la hora de encontrar trabajo; o eso le habían dicho, ya que tras
salir de las prácticas se pasó meses pateando toda la ciudad para echar
currículums y nunca la llamaron.
—No he encontrado trabajo y al salir tarde de
las prácticas no me dio tiempo a matricularme para realizar otro módulo
superior—al
decir esto empieza a alterarse—¡No quiero quedarme aquí haciendo el idiota si
puedo sacarme partido en otro sitio!. ¡Quiero vivir nuevas experiencias y
aprovechar la vida, soy joven!
Iratxe la mira con
lástima. Sabe por lo que está pasando su amiga, y más con los problemas que ha
tenido durante los últimos meses.
—Cariño, entiendo cómo te sientes…¿Pero no
sería mejor empezar de cero en otro sitio más cerca de casa? Madrid está muy
lejos y no conoces a nadie.
—Estoy de acuerdo con Iratxe—coincide
Sergio—.Podrías
ir a Donosti a pasar una temporada con tu abuelo y buscar trabajo allí. Además,
también tienes a tu prima, ¿no?, eso sin mencionar que estarías tan solo a una
hora en coche de distancia y podrías regresar siempre que quisieras.
—Ya, ¿y quién me segura que encontraría
trabajo allí? Además, mi abuelo está muy mayor. No quiero que tenga que cargar
conmigo.
—Pero vamos a ver Eider, ¿se puede saber por
qué se te ha metido entre ceja y ceja ir concretamente a Madrid? —sigue
insistiendo el chico—¡Madrid es un asco!,¡no tiene playa! Aquí sin
embargo puedes ir en metro y en 20 minutos ya tienes todo el mar que quieras
para ti sola. Lleno de mierda, eso sí, pero lo tienes.
La chica ríe ante el
disparatado comentario de su amigo. Es cierto que en Madrid no hay playa
(bueno, sí que hay una, pero es artificial). Honestamente, esa será una de las
cosas que más echará en falta del norte. Aun así, sigue decidida a marcharse a
la capital. Sobre todo por una razón de gran peso.
—El motivo por el que se me ha metido entre
ceja y ceja ir a Madrid es porque…ya he encontrado trabajo.
La pareja queda perpleja
ante esa noticia, si había algo que no esperaban escuchar definitivamente era
eso.
—¿Has encontrado trabajo?
La castaña asiente con una aniñada sonrisa,
pero el chico todavía no se lo cree
—¿Me estás diciendo que has mandado un
currículum desde tan lejos y entre unos posibles mil candidatos madrileños te
han seleccionado a ti?
—No lo pongas así, tampoco es un trabajo
serio.
Estas palabras causan
inquietud en Iratxe, que se ha retirado el flequillo rojizo teñido para mirarla
fijamente a los ojos.
—Eider, no me asustes…¿de qué has conseguido
trabajo?
Ante esta pregunta la
chica amplía su sonrisa satisfactoriamente y hurga en su bolsito del que
segundos después saca una hoja de papel en la que hay impreso un anuncio de
internet. Se lo pasa a su amiga para que le eche un vistazo y esta lo lee en
voz alta.
“Se solicita empleado de hogar interno con o sin experiencia.
Somos tres compañeros de piso a los que nos
urge encontrar a partir del mes de enero alguien que realice las siguientes
tareas domésticas: limpieza general de la casa, planchar, hacer la compra…entre
otras cosas.
Nos da igual la edad, con que sepa lo que hace
nos basta.
Ofrecemos 600 euros al mes más alojamiento.
Para más información mandar un mail.”
Tras terminar de leer el
anuncio, unos segundos de incómodo silencio se hacen presentes en la mesa de la
cafetería. Finalmente es Sergio quién da el primer paso para hablar.
—Vaya, que anuncio tan…informal.
—Precisamente eso es lo que me ha llamado la
atención. Eso y que apenas había gente subscrita a él, lo cual me daba más
oportunidades de que me eligieran.
—Estás loca…—ahora es su
amiga quién está dispuesta a regañarla—¿Te haces si quiera una pequeña idea de dónde
te estás metiendo?
—Solo es un trabajo de empleada de hogar.
Estará chupado.
Iratxe da un golpe en seco
sobre la mesa y como consecuencia de esto Eider rebota sobre la silla al paso
que mira asustada a su amiga. Su cara está casi tan roja como su pelo.
—¿Qué
hacer las tareas domésticas de una casa a diario estará chupado? Por el amor de
dios Eider, ¡tú ni siquiera sabes hacer bien una cama! Las veces que me quedo a
dormir en tu casa dejas todas las sábanas mal puestas y arrugadas.
—Eso no importa, tengo hasta enero para
aprender. Aún quedan cinco meses.
—Cuatro en realidad, no olvides que estamos
casi en septiembre—corrige Sergio con una divertida sonrisa.
—Y
además no es solo eso. Lo que más me inquieta es que vas a vivir con completos
desconocidos, no tienes ni idea de cómo son. ¿Y si te arrepientes y quieres
volver a Bilbao? No lo tendrás tan fácil.
—Reconozco
que me da un poco de inseguridad, pero…no seré ni la primera ni la última
persona que empiece de cero en otro sitio.
La chica de pelo rojizo
empieza a mover los ojos de un lado a otro nerviosa y eso a Eider le causa
gracia. Siempre ha sido la típica amiga que juega el papel de madre con todo el
grupo. Agradece que se preocupe tanto por ella, pero esta vez necesita un
pequeño gesto de apoyo, un impulso. No obstante, su amiga no termina de quedar
convencida y da uno de sus consejos de “Amimadre”, término que inventaron ella
y el resto del grupo para denominar el maternal carácter de Iratxe.
—Sé que ahora todo te parece una basura y que
la carta más fácil es la de desaparecer de aquí y olvidarte de todo—la
mirada de la joven es una mezcla entre preocupada y enfadada—Pero
tienes cuatro meses para pensarlo bien. Medítalo desde todas las perspectivas
Eider. Irse de casa totalmente sola sin conocer a nadie allí y dejar todo atrás
es más complicado de lo que crees.
Tras escuchar esto la
castaña sonríe con tranquilidad y responde:
—Puede que lo sea, pero ya me conozco bien y
sé que si lo pienso me echaré atrás. Lo mejor en estos casos es no pensar.
•••
Y así lo hizo, durante los
próximos cuatros meses solo habló con Víctor por WhatsApp un par de veces. Hubiesen sido necesarias más charlas para
enterarse bien de todo, pero tenía miedo de conocer los detalles de su nuevo
trabajo a fondo, eso podría haber hecho que se replanteara varias cosas y que
hubiese tirado la toalla. Por eso se limitó a unos cuantos mensajes de texto y
a borrar cualquier pensamiento relacionado con su nueva vida hasta el día de
hoy.
—Lo mejor en estos casos es no pensar, no
pensar... —se repite una y otra vez para sí misma.
¿Por qué le da tanto
pavor? ¡Gente mucho más joven que ella incluso se va a estudiar o a trabajar al
extranjero! No tiene por qué dramatizar tanto, pero siempre ha sido muy cagueta
para esas cosas y ahora mismo siente en su estómago una mezcla de nervios y
pánico. Incluso le están empezando a dar nauseas.
El día que Víctor le dijo
por mensaje que los tres compañeros de piso eran hombres, Sergio, Iskander y Josu empezaron a
bromear diciendo que seguramente no buscaban una asistenta, sino una mujer de
compañía que les permitiera hacer “cositas guarras” con ella. Esta empezó a
reírse y dijo que no creía que fuesen tan retorcidos, que seguramente serían
personas normales. Pero ahora, a pocos minutos de llegar a ese territorio,
empieza a plantearse si la sugerencia de sus amigos puede ser verdad.
Antes de seguir
torturándose con sus pensamientos el aviso de los altavoces la hace bajar de
las nubes.
“Estación Puerta de Atocha”
—¡Mierda!
El tren ya tiene las
puertas abiertas y no tardarán en cerrarse, por lo que empieza a correr a toda
velocidad. Su despiste ha sido tal que apenas logra salir del tren a tiempo,
justo cuando ha conseguido pisar el suelo del exterior se han cerrado las
puertas y suspira aliviada.
—Ufff por los pelos…me he quedado embobada.
Tanto que casi se me olvida hasta la male…
La chica palidece de golpe
y siente como unos sudores fríos resbalan de su frente. Le falta algo, algo
importante y mucho, algo que le ha servido como asiento particular concretamente en el tren.
Desvía la mirada
lentamente hacia el transporte que se está marchando y sin pensarlo dos veces
empieza a correr como loca por el andén.
—¡Mi maleta!, ¡ey!,¡frenaaaaaaa!
Una hora después, tras
incidente del equipaje, Eider camina por Atocha deprimida. Ha tenido que avisar
al responsable de la estación para que le bajen la maleta en la siguiente
parada y vaya a buscarla. Cuando ha llegado para recogerla el encargado le ha
echado una mirada tan despectiva que se ha sentido más culpable de lo que
debería.
Es tal la impotencia que
siente como sus ojos empiezan a enrojecer a causa de un reprimido llanto. Entre
el móvil roto, la pelea de la estación y la bronca del encargado ha hecho un
pleno completo. Suerte que no está lejos de su destino.
Tras 10
minutos caminando finalmente lo consigue, ha llegado al barrio de La fe. Se
trata de un distrito repleto de bares y viviendas de fachada antigua, también
hay un pequeño parque con columpios justo en el centro.
Apenas son las seis de la tarde, pero ya hay
gente tomando algo. Debido al horario de invierno es prácticamente de noche y
hace muchísimo frío. Eider recorre la calle siguiendo con la mirada los
diferentes números de los portales hasta dar con el que le corresponde, el 57.
Mira
de arriba abajo el edificio, no es que sea precisamente lujoso pero tal vez el
interior de la casa no esté tan mal. Hay un detalle que le ha llamado la
atención y es que justo al lado está lo que parece un local de rock; será un
buen método recordarlo para orientarse durante los primeros días.
Entra
en el edificio y llama al ascensor para subir hasta el tercer piso. Este es tan
pequeño que por un momento tiene dudas de si van a caber ella y la maleta dentro,
pero afortunadamente lo consigue.
A
medida que el ascensor va subiendo llega a sus oídos el sonido de una canción
rockera y cada vez más alto, tanto que ni siquiera consigue distinguir que
grupo es el que está tocando. Es entonces cuando al llegar a la tercera planta
puede escuchar la música a tal volumen que parece que esté en un concierto
justo al lado de los altavoces.
—No me jodas…Esto tiene que ser una broma—susurra
Eider para sí misma al ver que el ruido procede de la puerta B, justo donde
tiene que llamar.
Presiona
el timbre durante varios segundos, pero hay tal escándalo que duda que puedan
escucharla. No entiende cómo no ha aparecido ningún vecino quejándose.
Tras
varios intentos fallidos golpea la puerta con brusquedad, casi tan fuerte que podría
haberle hecho un boquete, es solo entonces cuando la música para de golpe.
Parece que la han oído.
La
chica escucha como unos pasos se acercan hacia ella a través del otro lado de
la puerta y empieza a ponerse nerviosa. ¿Con que clase de gente va a trabajar a
partir de ahora? No se puede creer que haya adultos tan irresponsables como
para vivir así en una zona tan pública, en la que todos podrían quejarse. Pero
antes de que le dé tiempo a quejarse aún más la puerta se abre de golpe.
—¿Puedo ayudarte en algo?
Eider
pestañea un par de veces perpleja al ver al inquilino de la casa. No se trata
de ningún hombre adulto…¡se trata de un chico! Uno que rondará más o menos su
edad.
Lo
examina de arriba abajo. Se trata de un joven de melena azabache y revoltosa,
de constitución más o menos delgada y no especialmente alto, rondará el 1’70.
Tiene una naricilla respingona y su piel está un poco más bronceada de lo
común. Eso sí, es bastante atractivo y hay algo que le caracteriza
especialmente: sus ojos. Tiene los ojos grandes y azules de un tono celeste muy
fuerte. Podría decirse que es uno de esos chicos que a primera vista llaman la
atención.
Transcurren
unas milésimas de segundo hasta que Eider completa la revisión y da su
diagnóstico: Este chaval no puede ser mi jefe.
—¿Es este el portal 57? —pregunta
tratando de asegurarse que no está equivocada.
—Sí.
—¿Tercera planta, puerta B?
—Ajá.
—No
puede ser, tiene que haber un error.
Mira
al chico desconcertada y este sonríe de manera divertida como respuesta.
—Perché
fate quella faccia?
Oh,
al parecer hay más, el chico es italiano. Ahora sí está completamente segura de
que no ha mirado bien la dirección que le ha dado Víctor.
—Scusi...creo que me he equivocado de
dirección.
La chica se gira sobre sus talones y se
dispone a abrir la puerta del ascensor para volver a bajar, pero el chico
responde con un marcado acento antes de que pueda seguir avanzando.
—Yo creo que no, tú eres Eider,
¿verdad?
Al
oírlo la castaña se vuelve para mirarlo con los ojos abiertos como platos, a lo
que este entiende que se ha dado por aludida y amplía su aniñada sonrisa.
—Me llamo Gio, soy tu nuevo compañero de piso.