Un silencio entre ambos se apodera del
rellano. ¿Incómodo?, puede que no para él, su sonrisa juguetona delata lo mucho
que se está divirtiendo con la situación, pero Eider siente como si un cubo de
agua helada le hubiese caído por encima.
—Mi nuevo compañero de piso—las palabras suenan tan
neutras que parece un robot, aunque en realidad está shockeada.
—Eso es lo que he dicho—responde el joven entre carcajadas.
Eider busca una respuesta lógica que le explique porque hay un chico
tan joven dentro de esa casa.
—Que raro, ¿no iba a ir Alex a buscarte a la estación? —pregunta éste curioso.
La chica queda en silencio sin saber que responder y pasan unos segundos
que se le hacen eternos, aunque su “compañero” no parece muy impaciente por
obtener reacción alguna de su parte.
—Perdona…estoy algo confundida—reconoce finalmente
saliendo del trance mientras se masajea la sien con ambas manos—¿Cómo has dicho que te llamas?
—Gio.
—Gio, estupendo. Así que…¿tú también trabajas aquí?
Esa pregunta hace que el chico frunza el ceño confundido.
—¿Scusi?
—Ya sabes…como empleado de hogar. Has venido a trabajar para estos tres
señores, ¿no? Tú también respondiste al anuncio de…
—Stop, stop, stop…creo que te estás equivocando—.Gio la calla cortésmente antes de que siga metiendo la pata—Tú respondiste al anuncio de empleada de hogar, de modo que tú
trabajaras per me y mis compañeros de
piso. En eso quedaste con Víctor, ¿o no?
Las palabras del italiano la dejan aún más anonadada. ¿Está diciendo
que él es uno de los “hombres” para los que va a trabajar? En pocas
palabras…¿uno de sus jefes?, ¿ese niño?, ¿es en serio?
Lo mira con recelo dudando si preguntar una cosa a la que lleva dándole
vueltas desde que éste le ha abierto la puerta. Opta por arriesgarse.
—Perdona la indiscreción pero…¿cuántos años tienes?
—19 exactamente—su sonrisa se amplía mostrando una fila de
perfectos y alineados dientes blanquecinos.
—¿Y tus compañeros?
—23 y 26.
Eider siente una punzada en el pecho y tiene
ganas de que le trague la tierra.
Se siente estafada. Ella pensaba que iba a
trabajar para adultos, no para gente de su quinta.
¿Cómo es posible que unos chicos de esas edades
necesiten una asistenta?,¿para qué?, ¿acaso necesitan que les ordene la casa
mientras están ocupados jugando a la videoconsola?
Además, ella es un caramelito ahí. A saber
que se les pasará por la mente a esos niñatos con las hormonas a flor de piel.
Seguro que el día menos pensado tratan de aprovecharse de ella. Sergio e Iratxe
tenían razón, ha sido una mala idea.
Gio no puede evitar dejar salir otra de sus juguetonas sonrisas.
—Vaya, tu cara es un poema.
Y así es, si hay algo que la chica nunca ha podido corregir es esa
costumbre de hacer muecas extrañas que delatan todo lo que piensa. Su siguiente
respuesta es tan rápida y directa que deja al chico totalmente paralizado.
—Lo siento, pero me largo de aquí—.dice al tiempo que se
vuelve con su maleta camino del ascensor nerviosa.
El joven abre los ojos como platos y corre hacia ella agarrando del
otro extremo del equipaje para que no pueda escapar.
—¡¿Qué?!, un momento, ¿perché?,¿cuál
es el problema? —pregunta confundido—¿No habíamos quedado en que trabajarías en la casa?
Eider tira fuertemente del asa con intención de soltarse y escapar, pero
Gio parece ser igual de testarudo que ella y le devuelve el tiro hacia su lado
evitando que pueda entrar en el elevador.
Al ver que no hay escapatoria, esta deja salir un largo suspiro y pone
la mirada en blanco. Mejor se sincera con él. A fin de cuentas, lo mejor es
dejar las cosas claras cuanto antes.
—Mira, te voy a ser sincera. Yo esperaba encontrarme con tres adultos.
No creo que un chico tan joven necesite una empleada de hogar, los que
necesitan este tipo de trabajadores suelen ser personas ocupadas que no tienen
tiempo para hacer las labores de la casa. Y no te ofendas pero…no
me pareces una persona especialmente ocupada. ¿Tanto te cuesta hacer la cama y
ordenar tus juguetes?
Al oír esta última frase el chico borra su
sonrisa de manera radical y su rostro pasa a mostrarse algo ofendido. La
castaña se da cuenta de ello y se muerde el labio para callarse.
Definitivamente no debería haber dicho eso, ¡¿por qué será tan bocazas?! Además,
no tiene porque pagarlo con él, Gio parece buena persona.
—Lo siento, es que…llevo un día de mierda.
Gio sonríe, vuelve a retomar la compostura y suelta la maleta.
—Si te hace sentir mejor, no pasamos mucho tiempo en casa—.dice a la vez que se revuelve su alborotado cabello—Y además…he de confesar que somos un poco desastre los tres.
Eider deja escapar una sonrisa. Definitivamente el chico sabe hablar
muy bien en español, pero le hace gracia que use ese tipo de expresiones con su
marcado acento. En cierta forma le produce ternura.
—Pero mira el lado positivo…—continúa un poco
esperanzado de que la chica no se eche atrás—Te vamos a pagar, y
además, la convivencia será más divertida si estás con gente de tu edad, ¿no lo
crees?
Visto así, no lo había pensado.
Se para a meditarlo unos minutos. Lo cierto
es que ha venido desde muy lejos, y por otra parte…¿no era eso lo que ella
quería? Experimentar cosas nuevas, tratar con gente diferente, aprender a vivir
su propia vida…
Mira a Gio disimuladamente. Lo cierto es que
no parece un chico que sepa defenderse bien con las tareas del hogar, es más,
parece un completo desastre, y no lo dice por la mancha de batido que tiene en
su camiseta blanca, ni por sus descuidadas pintas con los cordones de las
zapatillas sueltos y el pelo totalmente despeinado.
Tal vez sí
que necesiten ayuda después de todo, y por otra parte, el dinero es el dinero,
¿no?
—Mmmm…está bien, vamos a ver como es la casa.
Agarra el
equipaje y se dirige a la entrada mientras el italiano da palmaditas de alegría.
•••
Nada más
pasar al rellano nota como un fuerte olor a sudor, basura y tabaco llega hasta
su nariz. Que asco, ¿de dónde viene todo ese hedor? Si la entrada parece estar
limpia.
Entrecierra
los ojos para evitar que se le escape una lagrimilla y se tapa las fosas nasales
con la manga de su chamarra.
El chico avanza por el estrecho pasillo y abre la puerta que da a un enorme salón. Es entonces cuando Eider siente ganas de vomitar.
El chico avanza por el estrecho pasillo y abre la puerta que da a un enorme salón. Es entonces cuando Eider siente ganas de vomitar.
El piso no
está mal, es un poco viejo pero parece bastante espacioso y está reformado.
Tiene varios ventanales que iluminan cada rincón y muestran el color crema de
las paredes. Una pequeña cocina americana forma parte de la mitad del salón y,
además, también tienen terraza.
Las
habitaciones no puede verlas puesto que sus respectivas puertas están cerradas,
pero presiente que tampoco estarán del todo mal. No obstante, hay un detonante
que eclipsa todo lo bueno de esa casa, y es que todo está literalmente lleno
de…porquería.
El suelo de
madera apenas puede verse con claridad, puesto que hay bolsas de patatas y
cheetos por todas partes. Eso sin mencionar los restos de doritos que está
pisando a cada paso que avanza por el salón.
Hay montones
de ropa sucia esparcidos entre el sofá, los muebles, la encimera de la cocina…
El cenicero
de la mesilla está lleno de colillas de tabaco y…¿pero qué cojones…?, ¡¿Eso que
ve junto a la lavadora son bolsas de basura que chorrean grasa?!
—Pero…¿qué es todo esto? —susurra ahogando un llanto de desesperación.
—¡Benvenuti a tu nuevo
hogar!—exclama
contento el italiano sin ningún tipo de pudor—Ti piace?
La castaña
trata de contestar sin necesidad de aspirar por la nariz el desagradable olor
que desprende toda la casa, pero es imposible. Gio amplía su sonrisa orgulloso.
—Sí, ya lo sé…te has quedado sin palabras, ¿cierto? Este
piso es fantástico. Yo pensé lo mismo cuando me instalé.
Eider trata
de centrarse en otro tema para evitar decir algo hiriente sobre la higiene de
los inquilinos.
—Gio,¿llevas mucho tiempo viviendo aquí?
—No, un año aproximadamente—su mirada se torna feliz y nostálgica—Alex y yo estábamos buscando piso y conocimos a Víctor en el momento oportuno.
Eso último
llama la atención de la chica que sigue preguntando curiosamente.
—Así que Alex y tú ya os conocíais.
—Sí—confirma a la vez que aparta la ropa del sofá para ofrecerle asiento—Hace tres años fue de Erasmus a Italia y se quedó viviendo en mi casa durante tres meses. Desde entonces nos hicimos como hermanos. Cuando terminó la carrera estaba pensando en independizarse y bueno, yo siempre he querido conocer España. Así que me vine aquí de locura a vivir una experiencia.
Esa historia hace que Eider simpatice más con el chico. Al menos ya tienen algo en común…más o menos.
—¿De qué parte de Italia eres?
—De Cerdeña. O bueno, creo que así se le dice aquí.
La chica asiente con una sonrisa y cuando está a punto de sentarse en el sofá siente como algo debajo del cojín se mueve. Asustada da un grito y vuelve a ponerse en pie rápidamente para escudarse tras Gio.
—¡Algo se ha movido!,¡¿Qué cojones hay ahí?!
El moreno se acerca al cojín con precaución y lo aparta de un manotazo. Tras este aparece una rata enorme y grisácea que empieza a corretear por la sala.
Eider no
puede evitar dar un chillido asustada mientras que Gio sonríe contento.
—¡Scabbers! ¿dónde te habías metido? ¡Hacía días que no te veía!
La chica alza la vista con los ojos llorosos de par en par.
—¡¿Esa cosa es tuya?!
—Más bien nuestra—responde contento mientras coge al animal con ambas manos—La encontramos en la cocina saliendo del cubo de la basura y decidimos adoptarla. El nombre se lo puse io. Ya sabes, por la rata de Ron Weasly, el de Harry Potter—dicho esto le planta el roedor a escasos centímetros de su cara—¿Quieres acariciarlo?
—¡Que asco!, ¡no!, ¡apártalo de mí ahora mismo!
Gio se pone de morros y deja a Scabbers en el suelo. La rata sale disparada entre grititos produciendo un desagradable escalofrío en Eider.
—No hacía falta ser tan dura con él. Le has ofendido—susurra el italiano algo apenado.
No entiende nada. ¿Cómo es posible que adopten a una rata?, y encima salida de la basura...¡de su propia casa! Seguro que ni si quiera la han lavado, y mucho menos vacunarla. Estará llena de infecciones.
Se retira un
mechón de cabello nerviosa y mira al muchacho asustada.
—Estoy flipando…¿No se os come la mierda aquí? —pregunta perpleja.
Es cierto que ella tampoco ha sido muy ordenada en su vida, es más, todo el mundo decía que era muy descuidada con su dormitorio y que siempre lo tenía todo tirado por la habitación. Pero hasta Eider tiene sus límites.
—Tal vez sí, pero para eso estás ahora, ¿no?—Gio le da unas palmaditas en el hombro—Sígueme, te voy a enseñar más cosas—dice mientras avanza como puede entre
la basura hasta una puerta cerrada que abre para mostrarle el cuarto de baño—Il nostro bagno. Es un poco pequeño pero si tratamos de organizarnos entre los cuatro nos las apañaremos bien.
Al asomar la cabeza asustada fija directamente la vista en el fregadero. Está lleno de pelos y restos de pasta de dientes. Desvía la mirada al toallero y ve un montón de toallas húmedas y sucias. Eider empieza a enfadarse con la situación.
—Los productos para limpiar esto están en la cocina, en el armario del fondo y…
—Para, para, para amiguito—le frena antes de que siga hablando—Yo no pienso limpiar eso. Es vuestro bello corporal, si crees que voy a pasar la bayeta por esa zona estás muy equivocado.
Él frunce el ceño desconcertado y se encoge de hombros.
—¿Tanto asco te da?
La chica suelta una sarcástica carcajada a modo de respuesta.
—Es más que obvio. ¿No esperarás que algo así lo haga yo? Vale que estoy aquí
para limpiar, pero quienes deberíais haceros cargo de ese tipo de porquería sois vosotros.
Gio se lleva una mano al mentón y empieza a frotárselo pensativo examinando a la chica de arriba a abajo. Nunca antes había tenido una asistenta, pero por lo que había visto en las películas esperaba que Eider estuviese más reflexiva a hacer todas las tareas de la casa. Lo cierto es que sólo lleva tres minutos en ese piso y ya se está quejando bastante, no parece estar muy conforme con la situación que le toca.
—Por lo que veo eres un poco…como si dice qui in Spagna…Una mosca cojonera, ¿no?
Sus palabras hacen que la joven abra la boca perpleja, pero le da igual, siempre ha sido directo con todo lo que piensa.
—¡No soy una mosca cojonera! —responde molesta—¿No ves como tenéis la casa? ¡Está llena de mierda! ¡¿A ti te parece normal vivir en un vertedero como este?! ¡Se os debería caer la cara de vergüenza!, ¡sois unos putos cerdos!
Al decir esto calla rápidamente tras percatase de su tono de voz, no debería haber contestado de esa forma. A fin de cuentas, ahora es uno de sus “jefes” y si se pone chula, por muy joven que sea el susodicho en cuestión, la puede mandar a la calle. No le conviene pelear el primer día, pero le ha salido del alma. No ha podido evitarlo.
Nuevamente va a volver a disculparse, alegando que ha tenido un día horrible y lo de siempre. Pero antes de que pueda hacerlo Gio se le adelanta.
—Me encantas—esa frase deja a Eider descolocada, quién frunce el ceño sin entender, hasta que el chico termina de explicarse—Tienes carácter, eso es perfecto. Nos vendrás muy bien para combatir al cabezota de Alex y hacer que espabile de una vez. Últimamente se altera por tutto.
“Genial, al parecer no solo he venido a trabajar de asistenta, sino también a hacer de niñera.” Se dice Eider en su cabeza.
—A tutto questo…—ahora es a él a quién le despierta la curiosidad—¿Qué edad tienes tú? Dices de mí pero también pareces un poco joven para presentarte como asistenta. Normalmente solo se ofrecerían personas más adultas para estas labores...
—Soy un poquito mayor que tú, tengo 22 años.
El moreno queda de brazos cruzados apoyándose en el marco de la puerta frente a ella y clava sus profundos ojos azules sobre la chica sonriendo de manera divertida.
—Allora…tienes que tener un motivo de peso para venir desde tan lejos.
Eider se encoge de hombros en silencio y Gio se aventura a preguntar en tono misterioso.
—Eider…Qual è la tua storia?, ¿Qué has venido a hacer a la gran capital?
La chica sonríe levemente. No pasa nada por contárselo, a fin de cuentas van a vivir juntos y este tipo de cuestiones tenían que surgir de un momento a otro.
—Verás…yo…
Antes de que pueda continuar se oye el ruido de unas llaves abriendo la puerta de entrada y milésimas de segundo después se oyen unos pasos dirigiéndose hacia ellos acompañados de una voz masculina.
—Gio, he vuelto—anuncia la voz a medida que se acerca una silueta.
El italiano sonríe a la chica y gesticula con los labios dándole a entender que quién acaba de entrar es Alex.
—¡Alex, cabronazo! —responde mientras se acerca hasta el salón, dónde se encuentra el segundo inquilino—¿Qué pasó?, prometiste ir a buscar a la estación a la nostra bella compagna di stanza y al final tuvo que venir sola porque la dejaste tirada.
—¡Si he ido a buscarla, pero no estaba!
Eider oye el tono molesto del otro chico mientras se acerca por las espaldas de éste para presentarse. Esa silueta le recuerda vagamente a alguien, por lo que lo mira desconcertada mientras Alex sigue hablando.
—Ah, por cierto. No te vas a creer lo que me ha pasado en la estación. Me he ido a topar con una payasa que…
—Encantada, soy Eider—interrumpe la chica en tono amigable. Pero cuando el chico se da la vuelta su sonrisa pasa a ser una mueca pálida y asustada.
El chico por su parte deja salir un suspiro al verla
acompañado de malas caras.
—Joder…esto no puede ser verdad—gruñe mientras se muerde el labio inferior mirándola.
Al parecer el tal Alex no es otro que el capullo rompe móviles
de la estación.