AVISO!
Este es un blog dedicado a subir las novelas/historias personales las cuáles pienso publicar seriamente en un futuro, así que van con derechos de autor. Hacer el favor de no plagiar (aunque dudo que eso pase xDUu)
Principalmente lo hago con el fin de que todos puedan disfrutar de la lectura y yo escribiendo.
Muchísimas gracias por la atención y disfrutad :) <3
Capítulo 1
El tren ha llegado a
Madrid un día frío y lluvioso en pleno mes de enero y todos los pasajeros han
abandonado el vagón salvo ella. Una vez más su pequeña estatura es un
impedimento para alcanzar el equipaje del techo, motivo por el cual se retrasa
al salir.
Arrastra la enorme y pesada maleta por el
andén mientras retira de su cara largos mechones de pelo castaños sumida en un
mar de dudas: ¿Cuánto tiempo aguantará allí, lejos de casa y de su gente?,
¿tardará mucho en adaptarse a su nueva vida independiente?, ¿habrá sido una
buena idea abandonarlo todo para empezar de cero en otro sitio? Bueno, eso último es lo único que Eider tiene
más o menos claro. Mejor darlo todo ahora que es joven a quedarse en Bilbao
lamentándose por no haber sido valiente y lanzarse a la aventura.
No es que no le guste su monótona vida en el
norte, pero a veces los cambios son buenos.
Tal vez en la capital pueda vivir
experiencias que la ayuden a madurar y de paso proporcionarle nuevos objetivos
en la vida, que es lo que necesita.
Pero por otra parte…¿y si se está
precipitando? Apenas sabía freír un huevo un par de meses atrás y ahora va a
trabajar como asistenta para tres hombres…¡tres hombres totalmente
desconocidos! Suerte que le dan cobijo a cambio pero…no, es una auténtica
locura.
¿Qué se le ha perdido en Madrid? No es tan
importante empezar una nueva vida después de todo. Puede crecer y descubrirse
así misma desde casa, un lugar seguro y estable en el que tendrá el apoyo
incondicional de todos. Eso es, aún está a tiempo de arrepentirse y regresar, solo
tiene que retroceder unos pasitos hacia el tren que acaba de abandonar y…
— Disculpa,
estás bloqueando la salida.
Eider pestañea un par de veces saliendo de su
burbuja y gira la cabeza para mirar al hombre que la observa de mala manera con
los brazos cruzados.
— Perdón-responde pasando su billete por la
máquina revisora.
Genial,
ya ha pasado al otro lado. Ahora sí que no hay vuelta atrás.
Tal vez ese suceso haya sido un último
empujoncito por cortesía del universo para animarla a seguir adelante con su
plan. Además, ayer envío un WhatsApp a
Víctor confirmándole que llegaría hoy. Él será uno de sus futuros <<jefes>>
a partir de ahora, si se les puede llamar así.
Saca el móvil de su bolsillo, un Sony Xperia algo escacharrado y con
marcas de golpes por todas las esquinas. Lo tiene claro, lo primero que hará en
cuanto consiga algo de dinero será comprar un móvil nuevo.
Toca la pantalla táctil y
revisa la conversación que mantuvieron un día antes.
Víctor: “¿A qué hora llegas a Madrid?”
Eider: “Según mi billete estaré en la
estación Chamartin sobre las 17:15.”
Víctor: “¿En Chamartin? Me pilla un poco
lejos...Además, a esa hora tengo cosas que hacer.”
Eider: “Podría coger un autobús e intentar
llegar a vuestro barrio. Pero seguro que me hago un lío, nunca he estado en
Madrid y dudo que sepa orientarme bien.”
Víctor: “Mmmmm… ¿sabes qué? No hay problema. Le
diré a Alex que vaya a buscarte, él te llevará a casa. Cuando llegues mañana
espérale en la entrada de la estación.”
Eider: “Ok. ¿Y cómo le reconozco? Dime como
es para que pueda encontrarlo más fácilmente.”
Última conexión: ayer a las 23:00
Desde
ayer no ha vuelto a conectarse y por lo tanto aún no tiene respuesta de cómo es
el susodicho. Pero por si acaso decide dirigirse a la entrada con la esperanza
de reconocer de alguna forma inexplicablemente mágica a su guía.
Tras
una espera de casi media hora nadie se le acerca, parece que el tal Alex no se
digna a aparecer. Ha sido un viaje de casi cinco horas y empieza a estar
cansada, necesita estacionarse y dejar las maletas en algún sitio ya.
Rápidamente
se le viene una idea a la cabeza: Lo mejor será coger un autobús que la lleve
hasta Atocha. Allí podrá preguntar por la calle de las Huertas y con su súper
sentido de la orientación llegará hasta la casa que a partir de ese día será su
nuevo hogar. Pero… ¿qué pasa si el chico que iba a buscarla aparece de repente
en la estación y no encuentra a nadie?
Eider
busca en su lista de contactos el número de Víctor. No tiene el de sus otros
dos compañeros, así que no le queda más remedio que avisarle a él.
—Voy a pedirle que llame a su amigo para
decirle que no venga a buscarme—piensa
mientras se dispone a bajar las escaleras mecánicas. Cuando de repente…—¡Ay!
Un chico, que al parecer va con prisa, ha
pasado por delante de ella dándole un leve empujón y haciendo que el Sony Xperia caiga al suelo.
¿Qué le pasa a ese idiota? Podría haber
pedido perdón. Pero lo peor llega cuando la castaña recoge el móvil y ve una
enorme raja sobre el cristal del aparato.
— ¡La pantalla está rota! —Eider pasa su dedo índice nerviosa por la
pantalla táctil sin obtener respuesta alguna del teléfono.
¿Qué va a hacer ahora?, ¿cómo va a realizar
llamadas? Y lo peor de todo, ¿cómo va a llamar a Víctor?¡No tiene ningún otro
móvil!
Es tal la impotencia que en esos momentos
solo tiene ganas de gritar. ¡Vaya mierda de vida nueva le espera si empieza
así!
Se voltea rápidamente buscando al culpable de
su desgracia y consigue verlo a lo lejos, cerca de los banquillos de espera que
tiene el andén.
Se trata de un muchacho alto que escucha
música mientras teclea en la pantalla de su móvil totalmente aislado.
A medida que se va
acercando a él le resulta hasta mono. Es más o menos de la misma edad que ella;
tiene cara de joven adulto, aunque a la vez percibe rasgos aniñados debido al
curioso gesto que pone mientras se muerde el cordel de su sudadera gris; su
cabello desenfadado es castaño, pero un castaño raro, parece cobrizo; por
último repara en sus ojos verdes con largas pestañas.
Por un instante Eider
piensa que ese tipo de rasgos dejarían embelesada a cualquier chica, pero no es
momento de quedarse embobada mirando a uno de los millones de tíos buenos que
puede ofrecer Madrid. ¡Es hora de exigir una disculpa!
Se acerca desafiante con
paso decidido hasta plantarse frente a él, pero parece que el chico no se
inmuta de su presencia.
— ¡Eh, tú!
Transcurren un par de segundos y nada, no hay respuesta. Ni siquiera
tiene la decencia de alzar la cabeza para mirarla, se ve que está muy metido en
su mundo.
La chica taconea un poco sobre la baldosa del gélido suelo para llamar
su atención, incluso carraspea un poco la garganta tratando de hacerse notar,
pero el resultado es el mismo.
Cansada de esperar a que el embobado aterrice le arrebata uno de los cascos bruscamente, y
este, por fin, dirige su mirada hacia ella de forma desconcertada y con cara de
pocos amigos.
— ¿Se
puede saber qué haces?
— ¡No!, ¡qué haces tú! —señala la chica molesta poniéndole el aparato
inalámbrico casi en las narices—. Acabas de tirarme
el móvil al suelo y se le ha roto la pantalla. Podrías pedir perdón al menos,
¿no? Un poco de respeto.
El castaño abre los ojos de par en par y
alterna la mirada entre la vasca y el Xperia,
a juzgar por su cara parece que le estuviesen hablando en chino. Finalmente
consigue reaccionar a la regañina, aunque no lo hace de la mejor manera.
— ¡¿Estás loca o qué te pasa?!, ¡yo no he
empujado a nadie eh!
— ¡Sí
que lo has hecho!, ¡acabas de hacerlo mientras subías las escaleras
mecánicas!.¡Lo que pasa es que vas tan atontado con tu mierda de música que no
te enteras!
Vale, tal vez se haya ido un poco de la boca,
pero realmente le enfurece el hecho de sentirse tan desprotegida nada más haber
bajado del tren. Además, el móvil es un aparato electrónico esencial para la
supervivencia de todos los jóvenes del siglo XXI y que se rompa es un auténtico
fastidio.
— ¿Pero tú quién te crees que eres para
hablarme así chavala? —dice él alzando
la voz en tono furioso—.¿Cómo se te
ocurre ir pidiendo respeto por la vida cuando tú eres la primera que insulta?
¡Lárgate y déjame en paz!, ¡estás pirada!
Los gritos atraen las miradas de algunas
personas que pasan por allí cerca y Eider se avergüenza por ello, no quiere
llamar la atención de esa forma. No obstante, siente tal impotencia y
desesperación que lo único que se le ocurre es agarrar al desconocido del brazo
y darle una leve sacudida en señal de rabieta.
—¿Sabes lo
importante que era para mí tener el móvil a mano en estos momentos? ¡Era algo
esencial y tú te lo has cargado!
— ¿Pero qué dices
tía?, ¡suéltame!
Antes de que puedan seguir
con la disputa, dos guardias de seguridad se les acercan por detrás de manera
intimidante.
— ¡Eh! Las
peleas fuera de la estación. Estáis molestando a la gente con vuestros gritos.
El muchacho voltea la
mirada a Eider notablemente molesto y se aparta de ella bruscamente. Sin decir
una palabra más vuelve a ponerse los cascos de música y se aleja de allí con
paso ligero en dirección a la salida de la estación.
Al desaparecer por
completo, la chica se queda sola con los dos guardias mirándola seriamente. Uno
de ellos suspira y empieza a hablar con acento andaluz.
—Quilla…la
próxima vez deja las peleas con tu novio para sitios menos comprometidos.
Eider deja salir una mueca
con cara asqueada. Quiere decirles que ese tipo no es su novio, que solo es un
capullo al que acaba de conocer y que le debe una disculpa por haberle
escacharrado su móvil. Pero prefiere no entrar en detalles, contar esa historia
no le llevará a ninguna parte. No obstante…
— Perdonen
pero…ya que están, ¿podrían decirme que autobús debo coger para llegar al
Barrio de las Letras?
Será mejor llegar a su
nueva casa cuanto antes y olvidarse de todos los incidentes que han ocurrido
hoy.
Lo que Eider no sabe, es
que ese desastroso día no ha llegado a su fin; y su encuentro con el maleducado
y extraño chico de la estación tampoco.